miércoles, 25 de abril de 2012

LETTERA DI CALIPSO, NINFA A ODISSEO, RE DI ITACA


Violetti e turgidi como carni segrete sono i calici dei fiori di Ogigia; piogge leggere e brevi tiepide, alimentano il verde lucido dei suoi boschi; nessun inverno intorbida le acque dei suoi ruscelli.

È trascorso un battere di palpebre dalla tua partenza che a te pare remota; e la tua voce, che dal mare mi dice addio, ferisce ancora il mio udito divino in questo mio invalicabile ora. Guardo ogni giorno il carro del sole che corre nel cielo e seguo il suo tragitto verso il tuo occidente; guardo le mie mani immuttabili e bianche; con un ramo traccio un segno sulla sabbia –come la misura di un vano conteggio; e poi lo cancello. E i Segni che ho tracciato e cancellato sono migliagia, identico è il gesto e identica è la sabbia, e io sono identica. E tutto.


Tu, invece, vivi nel mutamento. Le tue mani si sono fatte ossute, con le nocche sporgenti, le salde vene azzurre che le percorrevano sul dorso sono andate assomigliando ai cordami nodosi della tua nave; e se un bambino gioca con esse, le corde azzurre sfuggono sotto la pelle e il bambino ride e misura contro il tuo palmo la piccolezza della sua piccola mano. Allora tu lo scendi dalle ginocchia e lo posi per terra, perché ti ha colto un ricordo di anni lontani e un’ombra ti è passata sul viso: ma lui ti grida festoso attorno e tu subito lo riprendi e lo siedi sulla tavola di fronte a te: qualcosa di fondo e di non dicibile accade e tu intuisci, nella trasmissione della carne, la sostanza del tempo.


Ma di che sostanza è il tempo? E dove esso si forma, se tutto è stabilito, immutabile, unico? La notte guardo gli spazi fra le stelle, vedo il vuoto senza misura; e ciò che voi umani travolge e porta via, qui è un fisso momento privo di inizio de di fine.

Ah, Odisseo, poter sfuggire a quiesto verde perenne! Potere accompagnare le foglie che ingliallite cadono e vivere con esse il momento! Sapermi mortale.


Invidio la tua vecchiezza, e la desidero: e questa è la forma d’amore che sento per te. E sogno un’altra me stessa, vecchia e canuta, e cadente; e sogno di sentire le forze che mi vengono meno, di sentirmi ogni giorno più vicina al Grande Circolo nel quale tutto rientra e gira; di disperdere gli atomi che formano questo corpo di donna che io chiamo Calipso. E invece resto qui, a fissare il mare che si distende e si ritira, a sentirmi la sua immagine, a soffrire questa stanchezza di essere che mi strugge e che no sarà mai appagata —e il vacuo terrore dell’eterno.


1 comentario:

  1. CARTA DE CALIPSO, NINFA A ODISEO, REY DE ÍTACA

    Violetas y turgentes, como carnes secretas son los cálices de las flores de Ogigia; lluvias ligeras y breves, tibias, alimentan el verde brillante de sus bosques; ningún invierno enturbia las aguas de sus arroyos.

    Ha transcurrido un abrir y cerrar de ojos desde tu partida que a ti te parece remota; y tu voz, que desde el mar me dice adiós, hiere aún mi oído divino en este mi insuperable ahora. Miro cada día el carro del sol que corre en el cielo y sigo su trayecto hacia tu occidente [=vejez]; miro mis manos inmutables y blancas; con una rama trazo una señal sobre la arena –como medida de un vacío recuento–; y después lo borro. Y las señales que he trazado y he borrado son millares, [e] idéntico es el gesto e idéntica es la arena, y yo soy idéntica. Y todo.

    Tú, en cambio, vives en el cambio. Tus manos se han tornado huesudas, con los nudillos prominentes, las firmes venas azules que recorrían el dorso se van asemejando a los cordajes nudosos de tu nave; y si un niño juega con ellas, las cuerdas azules se pierden bajo la piel y el niño ríe y mide contra tu palma la pequeñez de su pequeña mano. Entonces tú te lo bajas de las rodillas y lo posas en el suelo, porque te ha venido un recuerdo de años lejanos y una sombra te ha pasado por la cara: pero él grita alegre a tu alrededor y tú rápidamente lo vuelves a coger y lo sientas sobre la mesa [que se encuentra] frente a ti: algo profundo y no decible sucede y tú intuyes, en la transmisión de la carne, la sustancia del tiempo.

    Pero, ¿de qué sustancia es el tiempo? ¿Y dónde se éste se forma, si todo es inmutable, único? Por la noche miro los espacios entre las estrellas, veo el vacío sin medida [= el tiempo]; y aquello a que a vosotros, humanos, os trae y os lleva, aquí es un fijo momento privado de inicio y de fin.

    ¡Ah, Odiseo, poder perderse de este verde perenne! ¡Poder acompañar las hojas que amarillas caen y vivir con ellas el momento! Saberme mortal.

    Envidio tu vejez, y la deseo: y esta es la forma de amor que siento por ti. Y sueño con otra yo misma, vieja y canosa, y decadente; y sueño con sentir que las fuerzas se me van, con sentirme cada día más cercana al Gran Círculo en el cual todo vuelve a entrar y gira; con dispersar los átomos que forman este cuerpo de mujer que yo llamo Calipso. Y en cambio permanezco aquí, contemplando el mar que se extiende y se retira, sintiéndome su imagen, sufriendo este cansancio de ser que me consume y que no será nunca apagado –es el vacío terror de lo eterno–.

    Antonio Tabucchi, Los Volátiles del Beato Angélico.

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